lunes, 13 de abril de 2020

El jamón y las ruedas del coche

Era un jueves de confinamiento. Yo había hecho la compra a un gran almacén de Click and Car. Estos días hemos aprendido lo mucho que se gasta en una casa en la que se realizan todas las comidas y no se va a ninguna parte.

Una semana tardé en conseguir hueco de recogida; siete días a la espera de nuestros víveres. Entre ellos, un jamón.

En casa hay dos coches: uno grande que duerme en el garaje del edificio y otro normal, viejo y mío. Por poder cargar y aparcar fácil, opté por la furgoneta. Como siempre está hecha un vertedero y me daba vergüenza, ordené el maletero y arranqué.

El mando del garaje no funciona. Las llaves tampoco abren de forma manual.

Intento dar marcha atrás hacia mi plaza para no estorbar; no lo logro, casi choco con una columna. Dejo el coche mal, subo a casa, cojo mi juego de llaves y vuelvo a bajar.

Arranco, abro el portón, hay que salir del parking. Obras, salida extraña, subo una rueda a la acera. Circulo 300 metros, el coche vibra. He pinchado.

Aparco la furgoneta en la calle. Recojo las bolsas, voy a por mi coche que está en la calle. Me he dejado el comprobante de pedido en la furgoneta. Vuelvo hacia atrás.

Voy de camino, hay tráfico. ¡Qué raro! Es un control policial, les enseño el papel. No hay problema. Llego al parking, aparco y doy el papel.

Espero un rato, vuelve el chico, me pregunta si el pedido está a mi nombre. Sí. Se va. Vuelve, que no aparece. Se va otra vez; me llama la responsable de supermercado, que se ha perdido, que si puedo esperar dos horas me lo hacen. Si no puedo esperar, me lo llevan mañana a casa: respuesta vencedora.

Cuando me llaman me dicen que no hay jamón del que quería, pero me da otro parecido, que no hay yogures de fresa, que no hay agua, que no hay bollos, que no hay sanytol, que no hay harina, que no queda...


No pasa nada. Está todo bien. Me podría haber reventado la rueda en otra circunstancia más peligrosa, es un lujo tener dos coches. Estamos bien. Lucharé por seguir teniendo caprichos, pero sé que no son lo importante.


Gracias a todos los que siguen abiertos podemos estar en nuestra casa.


Y la furgoneta sigue pinchada en el mismo sitio, que eso tiene solución y ya llegará su momento.

Para aprobar 4º de confinamiento, hay que hacer foto con animal en 3D, ¿lo sabíais?

miércoles, 18 de marzo de 2020

Querida vecina de abajo

Querida vecina de abajo:

No puedes salir, yo tampoco.

Tienes dos hijos adolescentes (les calculo entre 17 y 20). La edad sumada de los tres míos es 14.

Tienes un perro que ladra, yo tengo un gato que maúlla.

Debes llevar años aquí, yo llevo unos meses. Pero ya vivíamos en la misma urbanización, así que nos deberíamos haber cruzado alguna vez.


Tu hijo subió una lluviosa tarde de sábado en enero porque los niños le molestaban con su ruido. Mi paciente marido le dio su número; llamó unas semanas después un martes porque le habíamos despertado a las 8:15 (nos íbamos al colegio).

Tú llamaste el lunes de noche (21:45) mientras yo acostaba a mis hijos. Ya llevábamos cinco días de encierro. No te presentaste, simplemente empezaste a quejarte del ruido.

¡Ay, el ruido! Tres niños de 7, 4 y 3 se mueven por casa; a veces, lloran o gritan. El sábado les permití hacer cinco minutos de carrera por casa.

Todo el tiempo van descalzos.

No juegan a la pelota, no hay canicas.

Le dices a mi marido que viste a uno de mis hijos en el rellano de mi planta con la moto. Era miércoles y aún salíamos. Llevé a los niños a que se movieran un poco por el patio, me tuve que acordar que había una mujer (que no saludó) que entraba en la casa de enfrente.

¿Sabes qué? Yo también oigo ruidos y no digo nada.

Quizá porque estoy hecha de la misma pasta que tus vecinos, que "nunca se quejaron cuando tus hijos eran pequeños".

Se le llama educación, tolerancia y respeto al otro.

Te prometo que me esfuerzo enormemente en mantenerlo. Haz lo mismo.


Y, como te dijo mi marido, te pedimos que no nos vuelvas a llamar. Si tienes quejas, usa los cauces a tu alcance.


-Policía, dígame.

-Señor agente, los vecinos de arriba me molestan.

-Señora, son las seis de la tarde. ¿Hacen una fiesta?

-No, son tres niños y juegan.

-Señora, está prohibido salir.

-Pero...

-Adiós señora.




A a semana de vivir aquí, tocó Halloween.

martes, 17 de marzo de 2020

Verano 2019 julio en Madrid

Al fin y al cabo, este blog es un diario de familia.


Acabo de ver un vídeo de nuestra llegada a Altafulla el pasado 10 de julio, Manel está dormido y ríe. Como el otro día y hace un mes. ¡Bendita alegría la de Fajito!


Este verano pasado, inauguramos una nueva etapa en nuestra vida: el campamento urbano o "Casal" que se dice en Cataluña. Los últimos días de junio sí fueron al trabajo conmigo, una vez se habían terminado sus clases.

Pero el 1 de julio empezaron a ir a hacer actividades, piscina y excursiones al centro en el que Carmen cursó 1º y 2º de Infantil; les dejaba a las 9 y les recogía a las 3, agotados y sudados. El primer día un poco descontentos; a partir de ahí, muy felices. Fueron poco más de una semana porque la playa ya nos llamaba a gritos y no podíamos aguantar.

Como todo proyecto se nos quedaba corto, le quitamos el pañal a Adrià. Él no tenía ninguna gana, pero nuestra tenacidad nos hizo ganar en 48 horas. Desde finales de junio ya no hay pañales en esta nuestra familia. NI DE DÍA NI DE NOCHE.

Desde enero de 2013 hasta junio de 2019 comprando pañales. Le he pagado la jubilación a alguien de Dodot.

Celebramos los cumpleaños de verano de la clase de Fajito, Bollito lo pasó muy bien

La vida del veraneante es agotadora

Las camisetas protectoras de Sol son mi salvación

Fajito y laBebé

Bollito y Fajito en una fase cariñosa del segundo



El de la operación pañal

Preparados para el día de piscina, "¡que no os quiten la camiseta! ¡¡¡Decídselo!!!"


Creo que es la foto más acuática que tengo de Adrià



lunes, 16 de marzo de 2020

Nos graduamos por encima de las posibilidades de cualquiera

El pasado verano, llegaban dos hitos a nuestra familia: la mayor iba a empezar Primaria y el pequeño terminaba la etapa 0-3.

Las dos escuelas se pusieron de acuerdo cósmicamente y pusieron la fecha de celebración el mismo día. "Nadie dijo que iba a ser fácil".

En el colegio de la mayor, lo organizaron por la mañana, allí estábamos a las 9 de un viernes. Me pude quedar muy poco rato porque en mi centro faltaban profesores y no me podían cubrir. Le dieron la mención a la "futura política" por sus parloteos y argumentaciones constantes.



Mi niña acabó infantil leyendo y yo, maquillándola



Aquella tarde, con mucho calor, prisas y nervios, tocó el turno a la segunda. Meter el coche en el centro de Madrid para llegar a la escuelita de Adrià siempre fue otra historia. Pero, sí, me dejaron aparcar y llegamos al segundo evento.

Bollito no estaba de acuerdo con dar ese salto a sus dos años y medio por lo que hubo que acompañarlo en todas las etapas de su acto.



Lo bueno de hacer coincidir es que si una se arregla el pelo, pues ya lo amortiza...



domingo, 15 de marzo de 2020

No es un diario de Cuarentena

Estoy agobiada. Como muchos, supongo.

Hace una semana, el conserje de nuestro colegio se puso en centro y la sustituta que llegó no abrió la puerta que da acceso al colegio desde el patio. Los compañeros bromeaban "podríamos cerrar", "Lucía, pon el colegio en cuarentena".

Cada vez que uno de nosotros tuvo un moco o tos en el trabajo, reímos sobre el mismo tema. Creíamos desear esto.

El lunes por la tarde ya lo pudimos imaginar y, al poco, la Cadena Ser publicó que se cerraban los colegios de Madrid. Envié el pantalla por WhatsApp y ya estábamos.

Último día de colegio, dar la cara, sonreír. Preparar, organizar... A las compañeras del comedor les comunicaron que, a causa del cierre escolar, estaban despedidas. ¿Las monitoras de extraescolares? Las de hijos, por ahora sé que siguen teniendo trabajo.


Y llegó el primer día sin niños, en el que nos creímos de huelga y con servicios mínimos. Hemos tardado en darnos cuenta de que estamos en cuarentena, que estamos aislados, solos y un poco asustados.


Hoy mi marido cumple 40 años y aunque él no es muy de celebrar, hubiésemos ido a comer / cenar y al teatro.

Mis padres tenían que llegar ayer, no les veo desde el 31 de diciembre, que salí de Barcelona después de Navidad. El martes ya les dije que no viniesen. Me ha dolido en el alma.

Y tenía un viaje planificado con los amigos de Barcelona, nos íbamos a Huesca unos días en abril; después a Barcelona unos días. Y en mayo, París; un viaje soñado y contratado en septiembre.


¿Y ahora? Pues ahora no lo sé. Estamos en casa y estaremos el tiempo que haga falta. Mis planes cancelados son mis pequeñas penas, pero son diminutas. Nos jugamos mucho más.

Voy a intentar evitar la crispación, intentaré aislarme también por dentro y recordar lo bueno.


Escribiré para recordar y soñar con lo que viene.

Adrià y Manel en La Granja de San Idelfonso el pasado otoño.

lunes, 6 de mayo de 2019

Imagina una magdalena

Imagina que eres yo.

Estás a mediados de marzo y está tu suegra pasando unos días en casa. Los niños duermen amontonados y cada día hay alguno en tu cama.

Imagina que Pedro ha cumplido 39 años. Ese día ha montado una cena con más de 30 personas; tú has ido a saludar, pero no te has quedado. Tu regalo han sido unas raquetas de pádel y un sábado en paz y soledad. Ese viernes te acostarás temprano porque el sábado vas de excursión con suegra y los tres churumbeles.

Has escogido como destino el Safari que hay en Aldea del Fresno; para llegar has conducido una hora y los tres han llegado dormidos. Habéis visto avestruces, girafas, un lobo; habéis alimentado a lo que habéis podido con zanahorias. Has conducido con Adrià en brazos. Resulta que en el recorrido por dentro del parque, hay mucha caravana y te han dado calambres en la pierna de pisar el embrague.

Tras calmar a Carmen y Adrià por su miedo a las cabras, has impedido que Manel le dé besos a todas las que encuentre. Habéis vuelto a montar en el coche polvorientos, agotados y contentos. Has conducido otra hora de vuelta con curvas y más tráfico hasta casa.

Al llegar, habéis pensado en salir a cenar, pero os ha podido la pereza; y, mientras bañabas a los niños, has pedido comida mexicana a domicilio por una aplicación del móvil por primera vez. Ya ha terminado la cena infantil y tú tienes hambre porque tampoco has comido mucho a mediodía ya que la prole ha devorado las albóndigas que llevasteis.

Esperas tu comida y no llega, abres la aplicación e intentas saber cómo va. De repente aparece el mensaje "pedido cancelado", tu rider ha tenido una avería y te quedas sin cena. Te entristeces y enfadas, pero intentas recomponerte: hay hummus en la nevera. Ya no está, Pedro se la ha comido hace un rato. Maldices, él se ofrece a salir o buscar comida, tú ya no quieres. Son más de las diez y media de la noche y te hundes.

Encuentras dos magdalenas que han sobrevivido a la merienda del safari; te preparas un colacao y te sientas a comeértelas. Tu marido está frente a ti, él intenta que no pierdas la poca cordura que te queda. Cuando te estás comiendo la primera, aparece Manel (el mismo que nació en tu cumpleaños) y dice:

-¡Oooh, magdalena!

Y se lleva la otra. Tu vida se hunde a tu alrededor y te echas a reír y a llorar, no sabes bien. Tu hijo te mira espantado con la magdalena en la mano, la muerde. Cierras los ojos y desaparece. Ha echado a correr hasta el sofá para comérsela tranquilamente sin la loca de su madre.

No sabes si ocultar la anécdota para siempre o utilizarla como bandera de tu pringadismo.

Ese domingo, Pedro trabaja un rato por la mañana, pero reserva para comer contigo en un restaurante siciliano que te apetecía probar.

Cenarás mexicano a domicilio.

Manel sí comparte comida con los animales

Los 15 kilos de Adrià en tus brazos

Carmen graba vídeos a su padre para contarle que le encanta la rutilla

Camello en busca de más alimento

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