jueves, 17 de diciembre de 2015

La barrera del parking que me hizo llorar

Mientras estudiaba la carrera universitaria, tuve varios trabajos.

Uno de ellos fue ser teleoperadora de asistencia en carretera para un gran "club automovilístico" catalán.

Aquello era un nido de anécdotas, recuerdo pocas, pero hay algo de lo que no me olvido:

Era un día de mucho trabajo y tráfico. Debían ser las nueve de la mañana. Un lunes o un martes (tras un puente).
Me entró una llamada de un "socio" al que se le había averiado el coche dentro de un túnel de una vía rápida y principal. Mis padres viven cerca y la conozco.
Activé el aviso. Debían quedarse junto al coche y esperar a la grúa. El señor me pidió un taxi. Me explicó que su mujer tenía cáncer y que iban los dos ese día a hacer la primera sesión de radioterapia y estaban muy nerviosos.
Esa posibilidad no la tenía cubierta y el acceso estaba atascado, ningún taxi iba a poder llegar hasta ellos. Pregunté a mi coordinadora y me dijo que no, que le dijera que sentíamos mucho la situación, pero que era una prestación no cubierta. Le recomendé que caminaran por el arcén hacia la primera salida y lo intentase desde la calle.
No se me olvidó.
Meses más tarde, mi supervisor me preguntó por ese caso, él no sabía si yo me iba a acordar, el socio había puesto una queja. Yo le expliqué la situación. Mi "súper" me dio la razón y me dijo que anotara lo sucedido en los comentarios del expediente.
No supe más.

Mis suegros viven muy cerca de mi casa y no usan mucho el coche por lo que yo lo utilizo a veces. Para ir a las visitas ginecológicas o similar.

Ese martes lo iba a coger para subir al hospital después de pasar la tarde con la mayor y "hacer el cambio" con mi suegra que estaba con el niño. Eran las nueve menos veinte de la noche.
Es un parking de esos que es de "propiedad temporal" (30 años o algo así) y tiene vigilancia y atención 24 horas. Se sube con la barrera con unas tarjetas magnéticas que nunca me funcionan.
Llegué a la barrera, no iba la tarjeta para abrir y fui a avisar al interfono. El de salida no funciona por lo que me bajé del coche para avisar desde el de la entrada. Justo llamar, llegó un señor que quería entrar con su coche y quedó a la espera.
Contestó una chica, le pedí que abriera la barrera. Me preguntó por mi tarjeta, le dije que no me funcionaba y ella me instó a ir a Información a solucionarlo (esa oficina cierra a las nueve); le dije que yo tenía mucha prisa y que me abriera ahora, ya iría en otro momento. Me dijo que no me abriría. Yo le pedí que me abriera, por favor, que tenía un hijo hospitalizado y debía ir a verlo. Repitió que no. Insistí y me colgó.
Yo no me lo podía creer. El otro señor allí con su coche tampoco entendía nada. Volví a llamar. Contestó otra chica. No se explicaba muy bien. Yo seguí llamando hasta que se oyó una voz de hombre que me dijo: "Yo te abro".
Me subí al coche muy nerviosa y me empezaron a caer las lágrimas. Paré el coche en doble fila y entré al garaje por la zona "pública", sólo quería verme cara a cara con la persona que me había negado la salida.
No estaba. Te contestan desde una centralita en Madrid. Sólo vi al vigilante local que era el que me había abierto en último término.
Yo también puse una queja. Recibí respuesta de tranquilidad y buenas palabras.
Tampoco pido más, sólo un poco más de humanización en los protocolos.

Al final, uno sólo se acuerda del último eslabón de la cadena.

Yo: de la que no me quiso abrir.

Aquel señor se acuerda de mí: que no le envié un taxi...

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho este post Lu. Nadie se da cuenta del valor de las pequeñas cosas...hasta que las vives.

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