martes, 16 de mayo de 2017

En AVE sola con los tres (desenlace final)

Éste es el final de este viaje de da y vuelta vacacional de Semana Santa; no de mis andanzas solitarias por la alta velocidad.

Mi insensatez me hará seguir repitiendo. ¿Por qué? Por esto:

La playa, la familia, ver amigos, disfrutar del aire libre.


Ahora, permitidme un inciso literario: 

Elige tu propia aventura

Imagina que eres un adolescente de 18 años. Has pasado cuatro días en la casa de la playa de la familia y ahora vuelves a Madrid a estudiar. Vuelves solo porque tus padres se quedan dos días más y tus hermanas tampoco estarán...

Una vez puestos en situación, imagina que ese día por la mañana te envían a buscar pan para tu bocadillo del tren y, de paso, el periódico. En el quiosco, te encuentras un vecino. Es un señor agradable que siempre saluda. Ahora le acompaña un bebé en cochecito. Tú no te habías percatado ni de que existía el niño... Y eso que compartes patio de la comunidad.

El vecino te pregunta que cuándo vuelves y tú le explicas que hoy porque tienes que estudiar y blablabla. Él sonríe, entusiasmado, y te dice que vas a ir en el mismo tren que su hija (mamá de lo del cochecito) que viaja SOLA CON TRES NIÑOS. Te pide si podrás echarle una mano porque ella está preocupada por su llegada a Madrid.

Tus opciones (como adolescente):
  • a) Finges una enfermedad y decides quedarte en la casa de la playa con tus padres, pulsa aquí.
  • b) Planeas viajar con sombrero y gafas de Sol e intentar que no te reconozcan, pulsa aquí.
  • c) Te subes al tren igualmente y que sea lo que Dios quiera, sigue leyendo a continuación.

Pues, sí, mi preocupación a la vuelta era la llegada a Madrid porque me daba la impresión que era un recorrido largo hasta la zona de recepción de pasajeros de Atocha. Pero el vecino nos salvó el viaje.

Mi padre (elsimpáticovecino) fue hasta la estación con el adolescente y su familia ya que no cabía en nuestro coche con los tres niños en sillita, las dos maletas, los dos carros, laÀvia y yo.

Carmen nos amenizó los 20 kilómetros de recorrido llorando porque no se quería ir de Altafulla, ya que quiere vivir allí de vacaciones para siempre:

Algunas de las actividades de Carmen en Altafulla
Al llegar a la estación, conocí a mi acompañante. Un joven de 19 años, sonriente y educado. Le presenté a los niños y descubrimos que no sólo íbamos en el mismo tren, sino que también en el mismo vagón y fila de asientos.

Subimos al tren y era un TGV que venía desde Francia y no sé si fue una impresión, pero me pareció más estrecho. Viajaba otra mamá con una niña de dos años y medio que dejó su carro desplegado en la plataforma; así que yo plegué los dos míos y me fui a sentar.

Fajito decidió sentarse junto al vecino que tenía el sitio de al lado, libre y yo me quedé sentada con Hijo3 encima; él le fue amenizando el trayecto al joven con gritos de Valloooo y subido a la repisa de la ventana, enseñándole unos cuentos y pidiendo bocata ¿LaBebé? Pues entabló amistad con la niña de dos y medio que viajaba en la fila anterior. Pasaron el viaje jugando, compartiendo comida, acosando a una adulta (sin hijos) que llevaba un iPad y el momento cumbre fue cuando reptaron por el pasillo porque jugaban a gusanos o cuando Manel abrazaba al vecino porque le había dado fruta y se acurrucó para dormir un rato sobre él. No sabría qué escoger.

Yo lo observé casi todo desde mi asiento inmovilizada por un bebé de cuatro meses...

El que viajaba sobre mí, el que troleaba al vecino y la que martirizó al vagón

Al llegar a Madrid, yo no había terminado mi operación bajarse del tren. La explico: para bajarse de un medio de transporte en destino final hay varias opciones:

  1. Ser un agonías y bajar el primero.
  2. Ser un agonías y hacer cola para bajar cuanto antes, pero no haber sabido ser el primero.
  3. Pasar de todo y esperar a que bajen los demás.
Yo vivo entre la 1 y la 2 (mientras que elPapá es la 3), pero los niños esperan mal. Así que desarrollo mi operación bajarse del tren con celeridad. 

Consiste en: desplegar los carros, maletas e hijos en la plataforma frente a la puerta; así que nadie baja hasta que tú llegues al andén y te suelen echar una mano para agilizar.

Pero, como decía: esta vez me pilló con los carros desplegados y maletas e hijosmayores en la plataforma, pero Adrià aún estaba en el asiento con el santovecinoadolescente. Entonces crucé el pasillo ida y vuelta haciendo apartar a los agoníastipo2 que me miraron regular.

Logrado llegar a andén, esperamos a mi acompañante que resultó ser pasotatipo3 y no lo teníamos hablado de antemano... Llegamos hasta elPapá que se lo agradeció fuertemente (al igual que yo). Le debo una al vecino.


Altafulla también tiene patio y muchos juguetes que descubrir

Diversos momentos del viaje y la llegada a casa: el descanso del guerrero

Sí, se puede viajar con los tres si se asume que te van a mirar regular, no vas a descansar ni a mirar por la ventana y que lo importante (siempre) es llegar a destino.


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