miércoles, 10 de mayo de 2017

La pareja del Burger King

La primera vez que les vi yo pasaba por delante de la cristalera de una hamburguesería y ellos estaban sentados en una de esas mesas que tienen banco.

Él le echaba el brazo por encima del hombro y ella echaba la cabeza hacia atrás en una carcajada. Frescura y felicidad. Dos ancianos enamorados que comían en el Burger King. Yo andaba gris, quizá enfadada o triste. Y sentí envidia. Sana. De ese instante de alegría y felicidad íntima percibido.

Pensé que serían una nueva relación: dos personas separadas o viudas que se habían encontrado y vivían su amor con muchas ganas. Me alegró pensar que esos enamoramientos no se acaban.
Los vi más veces. Después me di cuenta que comían allí todos los días. Siempre ocupan el mismo sitio y están felices y sonrientes.

Este verano me los crucé un día por la calle, yo iba embarazada con Peggy y los dos mayores, me pararon para preguntarme si eran míos y desearme suerte en la vida. No me conocían de nada. Ella me contó que también tenían tres hijos y supe que también debe tener alguna enfermedad que se lleva su memoria, pero está contenta y él le cuida. Llevan toda la vida juntos.

Los volví a ver la semana pasada, en nuestra visita a Gijón. Estaban en el mismo sitio de siempre. Sonreían, él la abrazaba.

No sé si tienen hijos, si les visitan o porqué comen allí todos los días. 

Sólo sé que se tienen el uno al otro y se hacen felices.

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